Existe un momento en el cual, de pronto, uno comienza a mirar atrás. No estoy seguro cuando me sucedió a mí por primera vez. Quizás cuando llegué a los 40. Pero el caso es que comencé a mirar a mi niñez. Y a tratar de coleccionar recuerdos de esa época. De la gente que estaba conmigo en ese momento. De los lugares que visitaba. Las películas que veía.
Cuando se trata de la gente, alguna sigue conmigo. Otros existen sólo en recuerdos y en alguna que otra foto que aparece en alguna gaveta. Los lugares, igual. Aunque más y más los veo desaparecer. En el caso de las películas, es diferente. Aunque los cines donde las vi ya no existen(salvo por el querido teatro Metro de Santurce), los films están ahí en DVD. Y desde hace unos años me di a la tarea de coleccionar esas películas.
Y las primeras películas que me vienen a la mente de esa época maravillosa de los 8-12 años son las de horror. Sobre todo las de Christopher Lee y Peter Cushing. Eran una películas sencillas, sin mucha sangre. Pero tenían mucha magia. El Dracula de Lee, elegante, seductor pero extremadamente malvado. El Dr. Frankenstein de Cushing, brillante, soñador pero con un lado sumamente oscuro. Ambos hicieron también muchas películas juntos. El verlos juntos en una cartelera ya era razón suficiente para correr al cine. El ver un cartel en el lobby del cine prometiendo como "Next Attraction" una de sus películas era algo especial. Podía pasar toda la semana esperando a ver si la película estrenaría ese jueves.
Y cuando llegaba el día, devoraba los famosos "lobby cards" en la entrada del cine donde se podían ver fotos de la película. Luego entraba al cine, veía los cortos y luego se abría la cortina grande. La que dejaba saber que comenzaba la película.
Y de ahí, me dejaba llevar.
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